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Conseguir un equilibrio entre la creciente demanda de alimentos y el cuidado del planeta, y de cada uno de los ecosistemas, es una tarea cada día más compleja. No obstante, en este tándem juega un papel muy importante el abonado de los campos, no sólo para mejorar los rendimientos agrícolas sino también para garantizar el acceso de alimentos de óptima calidad al máximo número de la población.


El abonado agrícola como sinónimo de futuro

Aportar nutrientes extra al campo es una práctica agrícola de una larga trayectoria. De esta manera, permitiendo el acceso a nutrientes necesarios con todo tipo de formulaciones, la humanidad se ha asegurado el crecimiento saludable de los cultivos.

No obstante, esta aportación tiene hoy el gran reto de adaptarse al cambio climático y a una población mundial de más de 8.000 millones de habitantes. Además, a este reto se le suma la dificultad que el abonado de los campos, en ningún caso, debe hacerse de manera desmesurada, ya que supondría un impacto negativo, por una parte, en el rendimiento agrícola, y por otra, al conjunto del entorno. Y este es un desencadenante que no nos debemos permitir.

A la planificación del abonado también debería sumarse, para asegurar el óptimo y sostenible rendimiento de las cosechas, y consiguiente los niveles de extracciones de alimentos necesarios para nutrir a la Humanidad, la implementación de prácticas regenerativas, como la rotación de cultivos u otras técnicas de conservación del suelo, así como las ventajas de la innovación de la tecnología agrícola, de la mano de monitorizaciones satelitales o herramientas de análisis de datos.

En la encrucijada de alimentar a una población mundial en crecimiento y la urgencia de cuidar nuestro planeta, el abonado del campo es un paso muy importante, y hacerlo de manera respetuosa, y con productos de calidad, más aún.

Con esta misión no solo impulsamos cosechas óptimas, sino que también protegemos el planeta dónde habitamos y tenemos la oportunidad de repensar nuestro futuro.